Las dos son como una nube de cristal que cubre mi ser, no puedo verlas llorar, pero si lloran sin mí siento que nada las puede cuidar.
Come chocolate y le gustan las pasas de uva. Se enoja si le doy aceitunas sin carozo y me convida caramelos de frutilla. Me muestra su muñeca que cuando la apretás en la pancita tiene una canción que yo no conozco y baila conmigo. Pide por su mamá cuando sabe que está en el baño y tarda mucho… creo que piensa que se siente mal y está llorando. Solo quiere abrazarla.
De tanto en tanto me dice “tía Debo”, quiere comer postre y dormir la siesta juntas.
Creo que si no hubiera sido por ella, ese sábado hubiera sido uno más de esos en lo que tengo ganas de marcar mi mano con un soldador para recordar que estoy viva. Pero ella hace todo más fácil y me abraza y sonríe y juega a que somos princesas.
Su nombre no importa, lo importante es que vive.