jueves, noviembre 1
¡Ya el otoño! —Sin embargo, por qué añorar un eterno sol, si estamos empeñados en descubrir la claridad divina,— lejos de los que mueren con las estaciones. Otoño. Nuestra barca, alzada en las brumas inmóviles, se orienta hacia el puerto de la miseria, la enorme ciudad del cielo manchado por fuego y lodo. ¡Ah, los andrajos podridos, el pan mojado en lluvia, la ebriedad, los mil amores que me crucificaron! ¡Jamás terminará pues, esta reina devoradora de millones de almas y cuerpos muertos y que serán juzgados! Vuelvo a verme, carcomida la piel por el fango y la peste, cabellos y axilas repletos de gusanos, y más gusanos todavía en el corazón, yacente yo entre desconocidos que no tienen edad ni sentimiento... Hubiese podido morir...

¡Atroz Evocación! Execro la miseria.
Y temo el invierno porque es la estación del confort!

A veces veo en el cielo playas sin fin, cubiertas de blancas naciones jubilosas. Un gran navío de oro agita, por encima de mí, sus pabellones multicolores en las brisas de la mañana. Yo creé todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. Procuré inventar flores nuevas, astros nuevos, carnes nuevas, idiomas nuevos. Creí adquirir poderes sobrenaturales. ¡Y bien, debo sepultar mi imaginación y mis recuerdos! ¡Hermosa gloria de artista y de narrador perdida!

¡Yo! ¡Yo que me califiqué de mago o de ángel, dispensado de toda moral, soy devuelto a la tierra, para que me busque un deber y abrace la rugosa realidad!
¡Campesino!

¿Estoy equivocado? ¿Sería la caridad, para mí, hermana de la muerte? En fin, pediré perdón por haberme nutrido de mentiras. Y andando. Pero, ni una mano amiga! ¿Dónde obtener ayuda?

Sí, la nueva hora es, por lo menos, muy severa.
Porque puedo decir que obtuve la victoria: el rechinar de dientes, los silbidos de fuego, los suspiros pestilentes, se moderan. Se borran los recuerdos inmundos. Mis últimos pesares se desvaneces —celos por los mendigos, los Bandoleros, amigos de la muerte, los retrasados de toda especie.— Condenados, ¡si yo me vengara!

Es preciso ser absolutamente moderno.

Nada de cánticos: conservar lo adelantado. ¡Dura noche! ¡La sangre seca humea sobre mi rostro y nada tengo por detrás salvo ese arbolito horrible!... El combate espiritual es tan brutal como la batalla entre hombres; pero contemplar la justicia sólo es placer de Dios.

Entretanto es la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y de real ternura. Y en la aurora, armados de ardiente paciencia, entraremos en las ciudades espléndidas.

¡Y yo hablaba de una mano amiga! Es una buena ventaja poder reírme de los viejos amores engañosos y cubrir de vergüenza a esas parejas mentirosas —he visto allá el infierno de las mujeres;— y podré poseer la verdad en un alma y un cuerpo.

abril-agosto de 1873

 
-Lady Mejoralito- 3:30 a. m. |


2 Ellos dicen:


por ahi el 1 de noviembre de 2007, 6:17 p. m., Blogger . Sabrina

"Nada de cánticos: conservar lo adelantado. ¡Dura noche! ¡La sangre seca humea sobre mi rostro y nada tengo por detrás salvo ese arbolito horrible!... El combate espiritual es tan brutal como la batalla entre hombres; pero contemplar la justicia sólo es placer de Dios."

... No hay peor dolor que el dolor del alma...

Te admiro loca...
ojalá mi pseudo vejez te ayude.

 

por ahi el 3 de noviembre de 2007, 8:02 a. m., Blogger Lady Mejoralito

OH!! por dio, voy a cambiar la historia de mi vida... y todo por pensar en eso hermoso.

de ahora en más, gracias a dio, pueden llamarme : Lady Bugle.

Lady Bugle, para serviles-