Sed y hambre. Hambre de verte, mirarte, tocarte. Sed del sudor que cae de tu nariz, de las palpitaciones de tu corazón agotado con ganas de más.
De tu rabia con amor, de tu rabia con ternura, de tu rabia sacada de un envoltorio de chocolate amargo, de esos que se comen bien en invierno; cuando el frío no es motivo para no terminar desnudos en tu cama.